Claro que duele. Duele dejar de respirar por momentos, por pequeños segundos que el corazón deja de latir. Y no sabes si vas a sufrir un maldito infarto.
Duele más el insomnio. No poder dormir por ver tu rostro, que las lágrimas caigan y mojen la almohada con gritos ahogados de dolor y desesperación.
Duele cerrar los ojos y ver pasar la vida que imaginamos juntos, ver como las ilusiones que anhelábamos caen poco a poco.
Duele tocar mis labios y recordar como los tuyos sonreían en medio beso que duraba segundos, pero para mí duraban eternidades.
Claro que duele. Duele regresar a ver atrás y saber que ya no estás cuidándome. Duele no poder ver tu sonrisa alejarse mientras solo nos despedimos hasta vernos al día siguiente.
Duele saber que es el final. Pensar que fue mi culpa y castigarme cada día por no intentarlo para seguir sonriendo.
Duele decir a alguien que no seas tú, palabras con una carga sentimental que solamente te he dicho a ti.
Duele cada segundo que no paso contigo, porque mientras miro pasar a las personas evito pensar que un día te veré de la mano de otra persona que no conozca tu miedo a la oscuridad porque te asusta a la soledad.
¿Duele? Claro que duele, duele salir a la calle, sonreír a personas que nunca más volverás a ver en tu maldita vida, porque para la gente la felicidad es sinónimo de estabilidad. ¡Qué estúpida sociedad!
¿Duele? Claro que duele, duele oler tu perfume por la calle y ver otro rostro quien lo use. Porque mi inocente cerebro te reconoce a ti.
¿Duele? Claro que duele, hablarle a una foto de ti que guarde bajo mi colchón, que por todas las lágrimas se está perdiendo tu cara.
¿Duele? Duele respirar, sentir, abrir los ojos. Duele todo, ¡duele todo! Quiero gritarlo, quiero gritar. Quiero que regreses porque duele.
¡Duele! ¡Sí, duele!