Orquídea 2 

El primer espejo se había roto, entre los escombros me encontraba yo, delirando, extrañando y simplemente deseando que esto ya pare. Miré como la Orquídea se acercaba a mí, sus pies ya estaban en mi rostro, esperaba con ganas que me pateara como esas veces que se metió entre nosotros. Mis lágrimas caían y de pronto detrás de la silueta del ser antropomorfo vi una luz brillar, se trataba del segundo espejo. Tomé fuerzas donde no las tenía me senté y observé que en la parte superior del espejo estaba el nombre ‘sacrificio’.  

Esta vez tendrás que observar la segunda faceta de la trinidad, me dijo la Orquídea mientras su mirada se dirigía al espejo. Y limpiándose las manos se fue dejando un corazón roto, ofreciendo el dolor y sufrimiento como único sacrificio. Sacrificio lleno de ansiedad y angustia. La Orquídea comenzó a llorar por primera vez.  

Me levanté del suelo lleno de pedazos de amor. Me acerqué y nos vi. Ambos nos mirábamos llenos de odio y de rencor. Me fijé que tus manos ya no estaban cerca de mí, que tu mirada pasó de amor a dolor. Me vi detrás de ese cuadro, mi mirada era de angustia, depresión. Era ver un cuadro de aquellas personas que un día éramos y ahora tengo que ver dos veces esa escena para darme cuenta de que somos distintos.  

Sacrificaron tanto, que solo con verlos me doy cuenta de que se amaron con tanta intensidad para llegar a odiarse y hacerse tanto daño. La Orquídea me dijo eso mientras ambos soltábamos en llanto. ¿Qué se siente ser amado? Me dijo mientras veíamos que la escena no cambiaba.  

Sientes que flotas, que el mundo se detiene, que decirle ‘Te amo’ tiene un significado, sientes que no te importa nada y que puedes hacerlo todo. Sentirse amado es saber que puedes caer en sus brazos sin problema, que te abraza hasta que el mundo se detenga y encuentres la solución a ese problema que tanto te aqueja.  Es escuchar tu nombre de aquella voz que quieres que nunca se vaya. Le dije mientras mi mano era puesta en el cristal del segundo espejo.  

Gracias, ahora quiero saber ¿qué se siente vivir todo lo que sufriste de aquella persona que tanto amaste? Es el dolor que te mata, que tratas de encontrar una respuesta a todo lo que esa persona te hace y te hizo. Sientes que mueres todos los días preguntándote qué hacer para ser mejor. Y ya no sientes el amor de antes, solo vives esperanzado de que puedas retroceder el tiempo para volver a decir ‘Te amo’ como la primera vez. No sabes qué hiciste o cómo reparar lo que ambos rompieron. Quisieras odiar a esa persona que te hace y te hizo sufrir, pero no puedes porque le amas tanto que perdonarías todo. Y aunque estuvieras roto irías a abrazarlo y decirle estaremos bien. Le dije mientras mis lágrimas caían.  

¿Cómo has aguantado tanto? Me preguntó mientras lloraba a mi lado. No sé, le respondí aquella flor.  

En toda mi vida entendí que los seres humanos son tonto, estúpidos y masoquistas. Sacrifican su propia vida por el bienestar del otro, viendo como el dolor invade su ser y los hace perder lo hermoso de la vida. Y me llaman a mí, la Orquídea para satisfacer necesidades absurdas y banales. He visto cómo sacrifican jardines hermosos, llenos de amor y paz. ¿Puedo preguntarte algo? Dijo aquella flor.  

Claro, respondí suavemente.  

¿Valió la pena sacrificar su Edén por momento con otras personas? Dijo mientras levantaba una piedra del suelo.  

No, no lo valió, pero ya se acabó. Dije mientras caía la última lágrima de mi rostro.  

Toma, es momento de que acabes con esto. Ya falta poco, mi querido escribano. Me entregó la piedra y antes de romper el espejo dije una oración.  

Bendita seas entre todas las flores y bendito sean los frutos de tu trabajo. Santa Orquídea, madre de la lujuria, aléjate ya de los jardines de las pequeñas flores que están por crecer. Ahora y hasta la muerte. Amén.  

Con toda mi fuerza rompí el espejo donde ya no había amor. Las lágrimas dejaron de salir y una tranquilidad invadía mi cuerpo.  

Orquídea falta un espejo, ¿verdad? Pregunté sin respuesta. Giré mi vista a todos los lados sin encontrar esa flor. Se hizo de noche y la única luz que resplandecía era la del tercer espejo. Miré la inscripción superior y decía ‘consolación’. Me acerqué y noté que la luz que emanaba de este espejo era demasiado brillante. Me alejé para llamar a la Orquídea y de pronto una voz salió del tercer espejo.  

De una matriz naciste fuerte, de aquella saliste feliz, de la misma saliste valiente. De mi matriz naciste. Dijo la voz de aquel espejo.  

¿Mamá? Dije mientras mi voz sé quebraba.  

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