Una mesa llena

Querido Paúl,

Llega el momento donde todo parece que va en cámara lenta, te cuestionas todo y simplemente dejas pasar los días porque llegas a casa a pensar ‘¿Qué hice mal?’, ¿verdad? Reflexionas, recuerdas, lloras y eso se repite día tras día. Tus mejillas ya están acostumbradas a las lágrimas y tus días simplemente pasan. En tu habitación suspiras y dice, ‘¿Por qué tanta mierda?’.

Luego llega un día, todo está como siempre. Nada cambia, la misma silla, la misma cama, la mirada que vemos en el espejo al despertar. Llega un mensaje, llegas a una salida con amigas y te sorprendes cuando llegan más desconocidos a llenar la mesa. Ya no te sientes tan solo, aprendes a reír, a probar la cerveza de otra forma. Te retiras y a lo lejos puedes ver que un día la mesa estaba vacía y de pronto la notas llena, llena de amor, amor que es inesperado.

Después pasan los días, las semanas y vuelves a coincidir con estos extraños que te hacen feliz. Pasan los meses y olvidas la soledad, encuentras amor y con él vienen cosas nuevas. Aprendes que amar resulta hermoso, aprendes que tu risa nunca se fue solamente estaba escondida. Aprendes que los abrazos son sinceros y aprendes que no eres el problema; porque si hay gente que te abraza y está allí para disfrutar tragos, llantos, risas, festejos y sobre todo drama; te das cuenta que no eres el problema.

Hace un año encontraste a personas que amas con tu vida y te llenaron de alegría. Y te queda decirles ‘Gracias por tanto, los amos a cada uno de ustedes’.

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